Sacando brillo a la plata de Dios

P. K. Chamberlain

Quisiera hablar acerca de lo que las Escrituras refieren con frecuencia como el oro, la plata y las piedras preciosas, los tesoros que perduran. Hace mucho tiempo se me ocurrió que entre el oro, la plata y las piedras preciosas, la plata es un poco diferente. Lo es porque el oro brilla y no deja de brillar, y las joyas, después que han sido puestas en una joya, pueden pasar cientos de años y seguir brillando, ¿no es así? Tal vez sea necesario lavarlas de vez en cuando, basta con darles un enjuague.

Hay elementos de los tesoros que el Señor nos ha dado que pertenecen a la categoría de la plata.

Pero la plata es diferente. La plata… necesita que le saquen brillo. Y si no se lustra, llega un momento cuando el brillo que tenía es apenas un recuerdo, se vuelve opaca, luego amarillenta, luego más oscura, y de ahí pasa a ser negra. En realidad es un poco desagradable. Y hay elementos de los tesoros que el Señor nos ha dado que en realidad pertenecen a la categoría de la plata. Meditaba en dos pasajes hoy que nos permiten sacar algo de brillo. Creo que para provecho.

Miraremos en Efesios 2:17, unos cuatro o cinco versículos. Luego miraremos un par de versículos más adelante, en Efesios 4. Los versículos 17 y 18 se refieren a Jesús: “Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre”.

¿A quiénes se refiere cuando dice “los unos y los otros”? Este es un judío que escribe a los gentiles. Judíos y gentiles, los unos y los otros, que tienen acceso a Dios el Padre por medio de Jesús y por un mismo Espíritu, el Espíritu del Señor. Si alguna vez intenta redactar su propia versión amplificada, y añade las otras palabras, esto le ayudará a recordar cuán grandioso es esto, el hecho de que tanto judíos como gentiles, por medio del Señor Dios, sean conducidos por medio del Espíritu del Señor a Dios Padre.

Ustedes son conciudadanos. Ustedes son miembros de la familia de Dios.

De modo que él nos habla a nosotros, que somos gentiles (y la mayoría de los presentes hoy lo somos): “ya no sois extranjeros ni advenedizos”. No. “Ustedes son conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios”. Ustedes son conciudadanos. Ustedes son miembros de la familia de Dios. Están “edificados sobre el fundamento (tal como se construye una casa) de los apóstoles y profetas”.

Recuerde que en el Nuevo Testamento “apóstol” no es un término religioso. Es un término descriptivo que refiere las características de los emisarios, los embajadores de Dios. Y Jesús el Mesías es “la principal piedra el ángulo… en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también (¡eso los incluye a ustedes!) sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”.

Sí, Dios habla en serio. ¿Necesitamos sacarle brillo a esto? Si este es nuestro llamado, piense en esto: si eso no es lo que deberíamos hacer sino más bien lo que somos, todo lo demás queda en un segundo plano, ¿no creen? Si somos conciudadanos de los santos… A propósito, ¿cuál es el término implícito en la palabra “ciudadano”? ¡Ciudad!  Somos parte de la misma ciudad. ¿Qué ciudad es esta, la Nueva Jerusalén? ¡Así es! Es la única ciudad que no se vuelve obsoleta. Es la única ciudad que nunca necesita un programa de remodelación. Es una ciudad construida a la manera de Dios. Él no cambia, y ella permanece para siempre.

Una ciudad es gente que elige por la elección de compartir una vida en comunión con otros.

Y ¿qué es una ciudad? Es donde las personas comparten una vida en común. Eso es una ciudad. Es gente que elige tener una vida en común, no definida por la familia sino por la elección de compartir una vida en comunión con otros.

Eso es una ciudad, y la ciudad de Dios es aquella en la cual quienes eligen juntamente convivir en ella lo hacen porque el Cordero es la Luz allí. Porque es el deseo del corazón de Dios, la expresión suprema de su amor, hacer su morada entre los seres humanos para siempre. Y que el Hijo a quien envió, quien aún tiene en sus manos las cicatrices de lo que hizo por nosotros, es la luz y el centro de esa Ciudad. Ellos no necesitan un templo, porque Él es la Luz de ella.

Y este es un punto de vista. Podría decirse que es la perspectiva de una casa y la perspectiva de una ciudad de lo que Dios está haciendo. Hay otros puntos de vista. Hablamos también de la Novia de Cristo, y del Cuerpo de Cristo. Se refieren a lo mismo, son perspectivas diferentes que Dios nos da para enriquecer la idea.

Aquí es donde sacar el brillo resulta útil, porque entre más saca usted el paño y lo lustra, más brillará en su corazón y en sus ojos. Y también será más útil, porque… es una corrección maravillosa para que no nos dejemos enredar demasiado en otras cosas. Y recuerde que lo mejor de nuestra devoción es que el Cordero sea glorificado, que se agrade, que su corazón se regocije con nuestras vidas… porque hacemos nuestra parte como conciudadanos y miembros de su familia.

Lo interesante es que en parte es algo pasivo, lo es en el sentido de que Dios está edificándonos sobre el fundamento, y en parte es algo activo, porque nosotros estamos creciendo para convertirnos en un templo santo. De modo que Él hace su obra en nosotros, y nosotros hacemos nuestra obra en Él. Es una edificación mutua, un crecimiento y una obra conjunta maravillosos. Es algo que simplemente excede mi descripción.

Ser veraz cuanto le sea posible al amor del Señor y al amor que usted le ofrece como respuesta.

Este es un punto de vista. Permítanme seguir con la otra, que está en Efesios 4:15-16. Y aquí es donde se traduce por lo general como “hablar la verdad en amor”, en el versículo 15. Dice, como bien saben, que debemos hablar la verdad en amor, que debemos crecer en su semejanza en todo, en cada aspecto de la vida. Pero la palabra usada para denotar verdad es un poco graciosa, porque en realidad la palabra “verdad” aparece en forma verbal. Es como “ser veraz”. Ser veraz. Pienso en esto como un himno, un hermoso poema con la frase “ser veraz”: ser veraz a su llamado, ser veraz ante el Señor, ser veraz a su amor por usted. Ser veraz a su Palabra. Pues bien, esto es “ser veraz en amor”. Eso deja completamente por fuera muchas maniobras y un montón de conjeturas. Ser veraz cuanto le sea posible al amor del Señor y al amor que usted le ofrece como respuesta. Sea veraz. Es realmente sencillo. Lo es.

Luego crecemos. No que seamos “veraces” y luego nos quedemos quietos en una repisa por ahí. “Crecer en Él en todo, en Él, Aquel que es la cabeza, el Mesías, nuestro Jesús”. De manera que crecemos en Él como un cuerpo, unidos a Él con la misma firmeza con la cual su cabeza está unida a su cuerpo. ¿Dónde termina la una y empieza el otro? Es un poco difícil de determinar. Porque el uno crece extendiéndose hacia el otro. Debemos crecer en Cristo, en todo. No una parte de su vida, sino la vida entera.

“En quien (es decir, Jesús) todo el edificio (no una parte ni gran parte), bien coordinado (esto significa que las coyunturas están unidas y bien juntas)”. ¿Qué es una coyuntura? Pues bien, este hombro mío es una coyuntura. Una parte es el brazo y luego viene otra parte del cuerpo. Donde estos dos miembros se juntan, tenemos una coyuntura llamada hombro. Todo esto es un cuerpo, y Dios lo junta todo. Y estas coyunturas no están simplemente estrellándose unas contra otras. Están ligadas conforme a un diseño divino en una unión orgánica, hermosa y ungida: la unidad de muchos miembros unidos en armonía por Dios.

Saque de nuevo su paño y sáquele brillo a esto. Esto es hermoso, práctico, y celestial. No es sabiduría terrenal, en absoluto. Es la obra sobrenatural de Dios.

Así que, en la medida en que somos veraces en amor crecemos en Él, el Mesías, “de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente” (Efesios 4:16). Y nuestro hermano Jaan ha presentado mensajes hermosos acerca de esta sola palabra: “ayudan”.

Significa proveer lo necesario para algo, como un patrocinador de una producción teatral, el empresario que aporta todos los recursos necesarios para llevarla a cabo. Pues bien, lo que sucede es que en la medida en que somos veraces en amor según  lo que el Señor nos ha mostrado, si nuestros ojos están abiertos para ver esto, entonces el cuerpo entero es fortalecido por lo que aporta cada coyuntura.

…conforme a un diseño divino en una unión orgánica, hermosa y ungida: la unidad de muchos miembros unidos en armonía por Dios.

¡Pero esperen! Yo mismo voy a detenerme aquí. Si Dios une a dos miembros, y es obra suya, entonces algo bueno resulta del hecho de que estos dos estén conectados en Él. O tres, o cuatro. Pruebe en algún momento con la muñeca, mire cuántos huesos tiene, y todas esas partes, todas conectadas. Fíjese cómo es, y cómo todo funciona bellamente: se puede ser un pianista con ella, se puede hacer toda clase de actividades con ella. ¡Es asombroso lo que puede hacerse con las manos!

Ahora bien, el Señor dice que donde las coyunturas están juntas Él provee algo. Él toma el hecho de que más de uno están juntos, de acuerdo con su designio y amor, y de ahí se derivan beneficios que fortalecen a todo el cuerpo. Y esa no es la excepción, sino algo normal. ¿Así es como “se supone que debería ser”? Así es, no como se supone, es así. Así es en verdad.

Así es “…fortalecido por lo que cada coyuntura aporta según la actividad propia de cada miembro”. En nuestro idioma, la palabra que se deriva directamente por transliteración es la palabra “energía”, de modo que no es algo pasivo en absoluto. “Según la actividad propia de cada miembro”. Y eso produce el crecimiento del cuerpo. De modo que todas estas coyunturas, todos estos miembros están concertados y unidos conforme a la dirección del Señor, y todo el cuerpo crece. Es como observar a un niño pequeño crecer hasta convertirse en un adulto. Es realmente hermoso, muy especial.

Retomamos entonces el mismo principio del capítulo dos. “Edificados”, el cuerpo edificándose en amor. Y esta edificación es, de nuevo, un edificio, una casa, la casa de Dios que Él está edificando con su pueblo. Y el pueblo al cual Él está edificando, nosotros no tenemos todas estas divisiones herméticas entre creyentes.

Todo lo que sabemos es que, si es conforme al modelo de Dios, es así. Está unido, no porque ‘a mi me gusta esto y aquello’ o ‘no me gusta esto o aquello’ o ‘me gusta este país’ o ‘me gusta esta línea de trabajo’ o ‘me gusta esta cultura’. No funciona así. Es cuando el Señor une a las personas, y hay ese concierto, es cuando se ve la Ciudad que es edificada. Es entonces que se ve el templo más y más alto.

Es ahí que ve el Cuerpo, no solo viviendo, sino creciendo, y produciendo, y extendiéndose, y madurando, y articulándose más y más. Creo que necesitamos una buena sesión de paño abrillantador, sacar todas estas cosas y pulirlas.

Entonces diga: “Quiero arder con ansias, como por esta misma Jesús se entregó a sí mismo en la Cruz por su Novia.”

Entonces diga: “Señor, yo no quiero que esto penetre dos centímetros en mi cerebro, quiero que llegue hasta el fondo de mi corazón. Quiero que penetre mi espíritu. Quiero arder con ansias, porque si Jesús se entregó a sí mismo en la Cruz por su Novia, por esta misma (una imagen distinta pero la misma idea) ¿entonces no debería arder también mi corazón? Es decir, la misma por la cual murió, la vida misma, el pueblo, la reunión, la redención, el cumplimiento de los anhelos divinos eternos, ¿no debería arder esto también en mi corazón? Y no solo un poco, sino muchísimo”.

Hace un rato entonamos un canto, y voy a concluir con esto: “Oh, el fuego arde, sí, arde con fuerza, oh, arde, ¡arde en mi alma!” Un buen himno evangélico, ¿lo conocen? Miremos la letra de “El fuego arde”.

“El fuego arde” es la clase de experiencia que no se puede fingir, pero a Dios le complacerá despertar ese fuego en usted si usted se mueve. Si usted se mueve, Él lo moverá. Y la primera estrofa de este himno dice:

“He vislumbrado la luz de gloria
y mi alma arde con el fuego.
Caminaré con Jesús
…ser como Él anhelo cada día,
porque su amor es como llama celestial,
y mi alma arde con el fuego”

Luego la tercera estrofa:

 “Lo entrego todo sobre el altar,
y a mi aposento me aparto tranquilo,
y la llama consume mientras oro allí,
y mi alma arde con el fuego”.

Esto quiere decir que en un aposento de oración se puede hacer mucho trabajo abrillantador. ¡Excelente! Y luego concluye:

“Por los ojos de la fe veo la espuma del mar
y más allá el refugio que anhelo,
allí diviso la luz del faro del hogar
y mi alma arde con el fuego”.

Usted ve cómo el Señor organiza todas las cosas, y usted quiere más, usted quiere experimentarlo hasta tenerlo todo.

Uno de los fundadores principales de esta comunidad, y sé que han oído a John citarla antes, a nuestra querida Hannah que ya está con el Señor, muchas veces describía el andar fiel del cristiano como “estar satisfecho con una satisfacción insatisfecha”. Uno gusta del Señor, es algo bueno, muy bueno. ¡Usted gusta del Señor y es maravilloso!

¡Pero hay más! Y usted quiere más. Y usted hace la voluntad de Dios en esto o aquello, y ve cómo el Señor organiza todas las cosas, y es grandioso, y entonces se siente satisfecho, ¡pero hay más! Usted quiere más, usted quiere experimentarlo hasta tenerlo todo.

Y usted sabe a dónde acudir cada vez. Es el mismo Señor. Aquel que le dio el llamamiento, y las obras, y la satisfacción. Él tiene todo el paquete, todo completo. Y el resultado va a ser glorioso. Sabemos que cuando lo veamos cara a cara, seremos como Él, porque lo veremos tal como Él es. Amén.

© 2012 P. K. Chamberlain. Reservados todos los derechos. Mensaje dado a New Testament Fellowship en Lerner Hall, Universidad de Columbia, en la reunión de domingo, el 7 de mayo de 2007.  Versión castellana: Corporación Monte Sión, A. A. 7278, Bogotá, Colombia.