Familia y libertad cristiana

P. K. Chamberlain

Las familias son una idea del cielo. Dios Padre fundó la primera familia de la raza humana, y ha hablado de la raza humana como un conjunto de familias. (Génesis 12)

Normalidad

Dios creó tal unión sobrenatural entre un hombre y una mujer que se unen el uno al otro como una pareja y llegan a ser “una sola carne” (Génesis 2:24). A partir de dos individuos con dos vidas aparte, Él forma una sola estructura, el núcleo de una familia, capaz de llevar a cabo sus propósitos divinos para la siguiente generación.

Dios quiere que las familias sean refugios (tabernáculos santos) dentro de los cuales los hijos adquieran de sus padres sabiduría, conocimiento y virtud. Él establece que ha unido a un esposo y a una esposa en el pacto matrimonial a fin de que haya una descendencia piadosa (Malaquías 2:15). Muchos pasajes de las Escrituras, especialmente en Proverbios, (como Proverbios 22:6 “instruye al niño”), dan testimonio del propósito de Dios y del papel que deben desempeñar los padres piadosos.

La ley dada a Moisés señala claramente la importancia de la familia en la vida: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20:12). Las Escrituras dicen mucho acerca del papel de los hijos piadosos en la vida familiar.

Las Escrituras también hablan de la finalidad de la infancia: que los hijos crezcan para ser hombres y mujeres y que desarrollen sus propias vidas. La infancia terrenal es temporal. El control que ejerce una familia sobre las decisiones de un individuo es temporal.

Génesis 2:24 habla de un hombre que deja a su padre y a su madre y establece junto con su esposa un nuevo hogar. De igual manera, Sara salió con su esposo Abraham dejando a su familia y todo lo que le era conocido. Así lo hicieron Rebeca, Lea, y Raquel en su generación. En todos los relatos de los patriarcas la Biblia se enfoca en las decisiones, buenas o malas, que tomaron por su cuenta los patriarcas, NO en las decisiones o agendas impuestas por sus padres o abuelos.

Generaciones más tarde, Ezequiel recalcó a Israel este hecho fundamental, en Ezequiel 18:5-20. El hijo de un hombre justo puede apartarse y perderse. Son dos vidas distintas que tomaron decisiones diferentes. Aún más revelador (vv. 14-17) es el hecho de que el hijo de un  hombre impío puede fijarse en los pecados de su padre, meditar en ello, y negarse a hacer lo mismo. Su decisión de ser justo a pesar de los hechos impíos de su padre recibe la aprobación de Dios: “no morirá por la maldad de su padre; de cierto vivirá” (v. 17).

Calamidad

Sin embargo, como todos los demás aspectos de la primera creación, que fueron los hijos de Adán y Eva, los hombres pecadores y los espíritus malignos se han obstinado a lo largo de la historia en convertir a la familia en un instrumento de maldad.

Así como la boca de los hombres se inclina fácilmente a maldecir, y el cuerpo humano se inclina a servir al pecado, la “familia caída” a menudo se dispone para oponerse a Dios.

Dios dispuso que las familias transmitieran sabiduría y conocimiento de una generación a la siguiente. (Para un ejemplo positivo, vea la familia de Timoteo en 2 Timoteo 1:5). Con demasiada frecuencia, las familias también transmiten lo malo.

Se preguntarán por qué.

Primero, los miembros de una familia comunican tradiciones deliberadamente y a menudo con gran celo. Algunas tradiciones son provechosas, otras inofensivas, pero otras son muy dañinas. Sin embargo, todas se transmiten, muchas veces como un solo paquete.

El enemigo, que opera por medio de espíritus inmundos, también se esfuerza en transmitir maldiciones a la siguiente generación, algunas ligadas a tradiciones, y otras fuerzan su entrada a pesar de las mejores intenciones de los miembros de la familia.

Calamidad en maldiciones

¿A qué me refiero con maldiciones familiares que entran forzada e independientemente de las tradiciones? Una historia familiar de violencia, alcoholismo, maltrato infantil, amor excesivo al dinero, son patrones problemáticos de varias generaciones que no suceden por accidente. El enemigo es un destruidor cínico, y nada le agrada más que pasar calamidades de una generación a la siguiente. Él es práctico, y aprovechará cualquier punto débil que detecta en una familia.

Calamidad en las tradiciones

Más lamentable aún, si fuera acaso posible, son las maldiciones ocultas en tradiciones impías y antibíblicas que se transmiten de padres a hijos como si fueran bendiciones. Enumeraré algunas de ellas:

  1. Idolatría familiar: altares, estatuas, crucifijos, fetiches, amuletos, y más.
  2. Declaraciones de lealtad familiar que revisten mayor importancia que las enseñanzas de Jesús.
  3. Exigencias de obediencia familiar que contradicen la Palabra de Dios.
  4. Proyectos y objetivos familiares que son incompatibles con el Reino de Dios.
  5. Orgullo y jactancia familiar que niegan el evangelio, la Cruz, y el Salvador resucitado.
  6. Prejuicios familiares, ya sean raciales, étnicos o religiosos.
  7. Rivalidad familiar, resentimiento y hostilidad contra personas de fuera de la familia.

Con razón Jesús dijo (Mateo 10:35-37):

35 Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra;

36 y los enemigos del hombre serán los de su casa.

37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí;

Redención y familia

¿Qué hay de la familia en la nueva creación? Jesús es el Segundo Adán (1 Cor. 15) y cada creyente nacido de nuevo es, en virtud de su nuevo nacimiento, miembro de una nueva creación. A diferencia de las familias del primer Adán, los descendientes del Segundo Adán tienen un mismo Padre, Dios, y son miembros de una sola familia, la familia de Dios (Efesios 2:13-19).

¿Significa esto que la familia natural queda obsoleta para los creyentes? ¡De ninguna manera! Mi experiencia personal como padre cristiano solo ha confirmado y ahondado mi comprensión y mi gratitud por la sabiduría de Dios al crear la familia y sus relaciones como la provisión principal para todas las necesidades de la infancia.

La familia es también la provisión de Dios para el cuidado de los ancianos, los necesitados, o los miembros enfermos de la familia. Como escribe Pablo: “Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios… porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo… Si algún creyente o alguna creyente tiene viudas, que las mantenga…” (1 Timoteo 5:4, 8, 16).

Si no podemos cuidar a las personas más cercanas a nosotros, orar por ellas y amarlas, ¿cómo vamos a hacer todo esto por personas a quienes ni siquiera conocemos? 1 Juan 4:20-21 se aplica tanto a la familia natural como a la familia de Dios:

20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?

21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.

Jesús no abolió la ley, Él la cumplió. Piense cómo Él cuidó a su madre y suplió sus necesidades, aun cuando estaba colgado en la cruz. “Honra a tu padre y a tu madre” se cumple amándolos de corazón puro por causa de Jesús, y haciendo todo lo que Dios nos permita hacer por el bien de ellos.

Lo que Dios dice acerca de la familia caída

En este punto viene el choque, al menos para algunos creyentes. Muchos creyentes han crecido en tradiciones donde la familia es prácticamente todo, y donde el menor sirve al mayor, y no hay nada qué hacer. En eso se fundamenta la tradición de muchos países: la tradición budista, el confucionismo, y la tradición católica hispánica son algunos ejemplos.

En ocasiones, la fuerza devastadora de esa tradición familiar arremete contra el creyente y lo aplasta, porque se estrella con Dios y con su Cristo. He aquí cinco ejemplos que conozco personalmente y que tampoco son los más extremos:

  • Una familia católico-romana le prohíbe a un joven creyente asistir a las reuniones cristianas y estudios bíblicos. En esencia, ¡arresto domiciliario los domingos!
  • Una familia protestante le dice a un joven que perderá su herencia si sigue siendo un creyente.
  • Una familia protestante suspende el pago de la matrícula universitaria de un joven porque insiste en pasar tiempo con otros creyentes en lugar de quedarse en casa con la familia.
  • Una familia católico-romana reclama autoridad permanente sobre su hija adulta que supera los 21 años, que es creyente y soltera.
  • Una familia protestante llama al decano de una universidad para denunciar el “fanatismo” de su hijo en su relación personal con Dios.

Un poco más adelante voy a contar en qué terminaron estas situaciones. El hecho es que las tradiciones familiares arraigadas siempre se desmoronan cuando quedan expuestas a la luz de la verdad de Dios. Las Escrituras le hablan a usted como creyente en esta encrucijada (1 Pedro 1:18-19):

18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,

19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

Pedro declara que su “manera de vivir”, la forma como vivía según la tradición, era “vana”. En el original griego y en la versión en inglés King James ambas palabras significan “vacío”.

Una vida basada en la tradición humana es vacía, ¡y Dios lo ha rescatado de esto! Él lo ha redimido, lo ha comprado con la sangre del Cordero, nuestro Señor Jesús.

Todos conocemos el pasaje: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:12). Jesús nos lo recordó cuando le contestó al hombre que se debatía entre el discipulado y las demandas de su familia (Mateo 8:21-22).

21 Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.

22 Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.

Jesús le insistió al discípulo acerca del punto del discipulado: “Sígueme”. Le mostró que, por el otro lado, las exigencias familiares eran un desvío que conducía a un uso infructuoso e inútil de la vida. “El que tiene al Hijo, tiene la vida”. Cerciórese de que cuando Jesús avance, ya sea hacia un bote, al otro lado del océano o dondequiera que sea, usted lo sigue, completamente decidido.

Libertad práctica para usted

Así pues, cuando este ataque se dirija contra usted amenazando con aplastar su libertad en Cristo, ¿qué SABE usted?

  1. Esta tradición controladora no es de Dios.
  2. La opción de vida que impone es vana.
  3. Jesús pagó el supremo precio con su sangre para liberarlo de ella. Él es su libertador.
  4. El propósito de Dios para su familia natural se cumple a pesar de, y no en concordancia con estas tradiciones dominantes.

Ahora que sabe esto, ¿qué puede HACER usted?

  1. Escudriñe la Palabra de Dios respecto al tema.
  2. Cuando sienta la convicción de su Palabra, elija obedecer a Dios y no a los hombres.
  3. Acérquese a Dios para buscar su ayuda, su revelación y su fortaleza para permanecer firme.
  4. Resista y reprenda a los principados y a las potestades que lo han oprimido bajo la máscara de estas tradiciones.
  5. Hable a su familia con una combinación de amor, respeto, y una absoluta libertad en Cristo. Conforme el Señor le dirige, aproveche las oportunidades para mostrarles con hechos y palabras, que Cristo es su Señor, su único Señor.

El que es el siervo del Señor, como dijo Jesús, es verdaderamente libre. Permítame retomar los ejemplos que he citado anteriormente y en qué resultaron:

  • ¿El joven creyente confinado en casa los domingos? Nunca se resintió contra la familia sino que buscó formas discretas para asistir a las reuniones, creciendo en el Señor. El resultado a largo plazo fue un creyente maduro y avivado con una relación familiar calurosa en todo tiempo.
  • ¿El joven discípulo desheredado? Se mantuvo fiel al Señor en todo momento, y con los años se ha vuelto más cercano a su familia y más amado que nunca. Ha sido un ministro del Evangelio para su familia, la cual pudo experimentar y creer en su amor.
  • ¿El estudiante universitario a quien le suspendieron su matrícula? Perseveró en su andar con Dios, se graduó, y vio cómo el Señor abrió un camino para restaurar y ahondar sus relaciones con su familia, mientras él oraba y creía pacientemente.
  • ¿La hija adulta y soltera? Dejó la casa de sus padres, encontró un apartamento con hermanas creyentes en el Señor, respondió más adelante a un llamado misionero, y vio cómo el Señor la guiaba y mantenía abiertas las líneas para ministrar a su familia.
  • ¿El hijo “fanático” en su andar con Dios? Sobrevivió a la entrevista con el decano, y prosiguió para encontrar la manera de servir tanto en un ministerio como en una carrera secular, y lo hizo con tal sabiduría que disipó los temores de su familia. Poco a poco encontró mayores oportunidades para ministrar a los suyos.

“Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis…”

Para resumir:

Si ha entregado su vida al Señor Jesús, entonces aprópiese de su libertad, de su eterna liberación en Cristo.

Insista en esa libertad, que es su herencia en Jesús.

Haga de la libertad en Cristo el fundamento de su amor, su oración y su ministerio continuos hacia su familia natural, según el Señor le dirija.

Amén.

© 2013 P. K. Chamberlain. Reservados todos los derechos. Mensaje dado a New Testament Fellowship en la reunión de domingo, el 24 de noviembre de 2002. Versión castellana: Corporación Monte Sión, A. A. 7278, Bogotá, Colombia.